EL VENADO ENCANTADO DE CARCAS
En Carcas, pequeño poblado del
distrito de Chiquián en la provincia de Bolognesi, hay un cerro llamado Huanya.
En su interior duerme un fabuloso tesoro que los incas ocultaron a la codicia
de los españoles. El Dios Sol decretó que un venado corpulento, de hermosa piel
y cuernos relucientes, debía tener la eterna misión de cuidarlo.
Desde entonces, el bello animal
ronda por los parajes de ese lugar, no permitiendo que nadie llegue a descubrir
la entrada de la caverna. Pero el demonio una vez estuvo a punto de dar con
ella. Y por eso, el fiero venado, emprendió contra él una lucha feroz y sin
cuartel. En las crudas épocas del invierno, cuando la tierra se cubre de una
melancólica neblina, y el rocío cae tristemente de las hojas, la lucha se torna
más encarnizada. Durante las noches lóbregas y heladas, el cerro se estremece
ante el fragor de la pelea cruenta, fragor que apaga el estrépito de las
torrentosas aguas de los tres arroyuelos que surcan el lugar. Pese a la ferocidad
del demonio, el bizarro guardián de piel brillante y astas erguidas, logra
derrotarlo, y el enemigo vencido aumenta el caudal de uno de los arroyuelos.
Una vez, dos cazadores habían
seguido los rastros de un venado. Después de una fatigosa caminata, habían
llegado a la boca de una cueva a cuyo interior se dirigían las huellas.
Entraron alumbrándose con una antorcha y a su luz vieron esqueletos humanos,
potes y otros objetos de alfarería. Temerosos abandonaron la tenebrosa caverna.
En el interior, al emprender el regreso a sus chozas, uno de ellos resbaló y al
incorporarse apoyándose con las manos en el suelo remojado por las lluvias,
descubrió una galería subterránea. Al hurgar en ella, advirtieron que estaba
llena de alhajas de oro y piedras preciosas. Quisieron cargar con la riqueza,
en eso, al divisar por el campo, vieron a un venado de singular gallardía, pero
ni se les ocurrió cazarlo. Anduvieron por los alrededores en busca de un burro
para cargar a sus casas la fortuna, pero con mala suerte. Entonces, fueron al
sitio donde habían encontrado la galería, con la intención de llenar sus
alforjas con las joyas, mas no pudieron dar con ella. En la búsqueda
desesperada se perdieron, y nadie supo de ellos. El venado que había divisado
anteriormente, y que no era sino el celoso guardián de la gigantesca riqueza,
los había convertido en dos arroyuelos que empezaron a correr junto al que ya
existía, el cual se había formado por la transformación de los demonios a
quienes el bizarro animal, había vencido en anteriores jornadas.