Este es uno de los
mejores cuentos de nuestras épocas
LAS PLUMAS DEL ÁNGEL
Al principio de la vida, los ángeles de níveas alas volaban hacia
todas partes, cumpliendo diligencias divinas.
Cierto día, un Angelito niño perdió una plumita de su ala derecha, la
que viajó por el mundo buscando un lugar donde posarse. Una noche, ya cansado
de tanto volar, bajó a un lugar y allí durmió por primera vez sobre la tierra;
al despertar contempló el lugar y le gustó tanto que decidió quedarse allí para
siempre.
La plumita era tan blanca, pura y pequeña, que todos los seres de
aquel lugar le querían y obsequiándole diversos dones, creciendo cada día las
atenciones y mimos, que la plumita blanca vivía tan agradecida haciendo que su
celestial corazón creciera de bondad y ternura.
Crecía y crecía a cien, mil, dos mil, cuatro mil, seis mil metros de
altura, hasta convertirse en una inmensa mole blanca que celosa protegía todo
aquel rincón paradisiaco que la acogiera con cariño.
Mientras tanto, el Ángel del Señor echó de menos a la plumita de su
ala derecha. Voló por Marte, Júpiter, Plutón, las estrellas y cometas y no pudo
hallarla. Ya fatigado, un día de mayo en la Tierra pasó por los cielos del
CALLEJON DE HUA YLAS y contempló maravillado un paisaje semejante al del Paraíso:
un bellísimo monte blanco rodeado de lagunas azules, verdor y colorido por
doquier, contrastando graciosamente con majestuosas montañas grises.
El Ángel se quedó absorto al contemplar tanta hermosura y su
admiración fue en aumento cuando reconoció en aquel Gigante Blanco, a su
pequeña pluma, tan buscada y querida. Regresó al cielo y contó al Señor lo
sucedido y díjole: Deja allí esa pluma hijo mío ... y harás aún más, para que
esa pluma no se sienta sola, deja otra plumita de tu ala izquierda.
Regresó el ángel a la Tierra, contempló su primera pluma tan grande y
majestuosa, que erguía sus altísimos picos hasta besar el cielo y le puso por
nombre HUASCARAN. Caminó un poco al norte y cumpliendo el mandato divino, dejó
la otra pluma y la llamó HUANDOY.
Luego se fue al cielo llorando. Se fue sin volver la mirada. Dio
cuenta al Señor de lo hecho y él le dijo: Ya sé que te entristece haber dejado
en la tierra tus blancas plumas y has derramado por ellas tus lágrimas. Más, no
quiero verte triste contempla pues tu obra y se borrará tu pena.
El ángel volvió la mirada a la Tierra. ¡Estaban allí!
¡Sí, eran ellas, sus adoradas plumas! convertidas en bellos colosos
blancos cual pureza angelical. Pero .. no eran dos, eran tres los colosos que
ansiosos miraban al cielo. ¡Era que una pluma más pequeña que las primeras se
le había escapado y se había colocado al lado sur del gran Huascarán.
El Ángel no pudo sino llenarse de gozo ante el prodigio que sus
humildes plumas habian dado a esa tierra y llamó a su última pluma HUALCAN.
Sus lágrimas vertidas eran ahora ríos cristalinos y suaves cascadas
que corrían entre bosques y rocas, fieles mensajeros del amor que Dios tiene a
la Tierra y a los hombres.
Cuento ganador del tercer puesto en los Juegos Florales Municipales
1990 (Huaraz - Ancash)